combate decía que cuando la mente original es firme, la energía fresca es
victoriosa.
De este modo, la energía de la mañana está llena de ardor, la del mediodía
decae y la energía de la noche se retira; en consecuencia, los expertos en
el manejo de las armas prefieren la energía entusiasta, atacan la decadente
y la que se bate en retirada. Son ellos los que dominan la energía.
Cualquier débil en el mundo se dispone a combatir en un minuto si se siente
animado, pero cuando se trata realmente de tomar las armas y de entrar en
batalla, es poseído por la energía; cuando esta energía se desvanece, se
detendrá, estará asustado y se arrepentirá de haber comenzado. La razón por
la que esa clase de ejércitos miran por encima del hombro a enemigos
fuertes, lo mismo que miran a las doncellas vírgenes, es porque se están
aprovechando de su agresividad, estimulada por cualquier causa.
Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar la calma para
enfrentarse con los que se agitan, esto es dominar el corazón.
A menos que tu corazón esté totalmente abierto y tu mente en orden, no
puedes esperar ser capaz de adaptarte a responder sin límites, a manejar los
acontecimientos de manera infalible, a enfrentarte a dificultades graves e
inesperadas sin turbarte, dirigiendo cada cosa sin confusión.
Dominar la fuerza es esperar a los que vienen de lejos, aguardar con toda
comodidad a los que se han fatigado, y con el estómago saciado a los
hambrientos. |
Esto es lo que se quiere decir cuando se habla de atraer a otros hacia donde
estás, al tiempo que evitas ser inducido a ir hacia donde están ellos.
Evitar la confrontación contra formaciones de combate bien ordenadas y no
atacar grandes batallones constituye el dominio de la adaptación.
Por tanto, la regla general de las operaciones militares es no enfrentarse a
una gran montaña ni oponerse al enemigo de espaldas a ésta.
Esto significa que si los adversarios están en un terreno elevado, no debes
atacarles cuesta arriba, y que cuando efectúan una carga cuesta abajo, no
debes hacerles frente.
No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada, ni ataques tropas
expertas.
Si los adversarios huyen de repente antes de agotar su energía, seguramente
hay emboscadas esperándote para atacar a tus tropas; en este caso, debes
retener a tus oficiales para que no se lancen en su persecución.
No consumas la comida de sus soldados.
Si el enemigo abandona de repente sus provisiones, éstas han de ser probadas
antes de ser comidas, por si están envenenadas.
No detengas a ningún ejército que esté en camino a su país.
Bajo estas circunstancias, un adversario luchará hasta la |
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