excelente guía para cada uno. Pero querer imponer a los otros nuestra
conducta individual sería una distorsión intolerable de la libertad de
conciencia.
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La propagación de la verdad y la no violencia puede realizarse mejor
viviendo realmente tales principios, que divulgándolos a través de los
libros. La vida vivida realmente es más significativa que los libros.
CAPTACIÓN DE LA VERDAD
Mientras estemos embutidos en este esqueleto, nos será imposible captar
perfectamente la verdad. Solamente nuestra imaginación puede permitirnos
anticipar tal momento. El instrumento efímero que es nuestro cuerpo nos
impide ver cara a cara la verdad, que es eterna. Por ello, en definitiva,
todo depende de nuestra fe.
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No se es forzosamente silencioso por el hecho de tener la boca tapada.
Hasta pueden habernos cortado la lengua, sin que por ello hayamos conocido
el silencio verdadero. El hombre silencioso es el que teniendo la
posibilidad de hablar, jamás pronuncia una palabra de más.
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No es para nada censurable que un hombre persiga la verdad según sus
propias luces, todo lo contrario: su obligación es hacerlo. En consecuencia,
si alguien que persigue de tal modo la verdad se
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equivoca, de inmediato se rectifica... En semejante búsqueda desinteresada
de la verdad nadie puede andar desorientado durante mucho tiempo, pues al
instante de tomar el rumbo errado tropezará, y luego retomará el sendero
correcto. De ahí que la procura de la verdad sea su verdadera devoción.
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Una plegaria sincera está muy lejos de ser un recitado articulado con
la boca. Es un anhelo interno que se expresa en cada palabra y en cada acto,
en cada negación y en cada uno de los pensamientos del hombre. Si nos asalta
con éxito un mal pensamiento, debemos saber que apenas ofrecimos una
plegaria de los dientes para afuera. Otro tanto ocurre con las malas
palabras que puedan escapar de nuestra boca o de los malos actos que
practiquemos. La plegaria genuina es un escudo y una protección total contra
dicha trinidad de males.
LA PLEGARIA
En el primer ímpetu de la plegaria real y viviente, no siempre nos asiste el
éxito. Debemos luchar con nosotros mismos, tenemos que creer a pesar de
nosotros. En ello, los meses parecen años. Por lo tanto, si queremos
comprobar la eficacia de la plegaria, debemos cultivar una paciencia
ilimitada.
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Nos sumiremos en la tiniebla y los desengaños -y hasta en otras
situaciones peores- pero debemos tener el coraje suficiente para luchar
contra todo y no sucumbir a la cobardía. Para un hombre de oración,
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