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temen aumentar el dolor administrando medicinas drásticas.

 

Vayan algunos ejemplos de esos tranquilizantes sociales: Una pareja de esposos descubre que, por razones sustanciales, el odio ha reemplazado al amor entre ellos. Después de un largo tormento, mutuo se separan. Inmediatamente sus padres se reúnen y llegan a algún acuerdo para reconciliar a la pareja deshecha. Primero acosan a la mujer con falsedades; luego ablandan al marido con engaños similares. No convencen a ninguno de los dos, pero ambos se humillan en una ficción de paz. Sin embargo, esta situación no dura: los efectos del narcótico social se disipan pronto y la miserable pareja vuelve por nuevas dosis.

 

O bien un grupo o un partido se rebela contra un gobierno despótico y propone reformas políticas para liberar de sus cadenas a los oprimidos. Distribuye manifiestos, pronuncia feroces discursos y publica artículos punzantes. Pero al mes siguiente nos enteramos de que el gobierno puso preso a su dirigente o lo silenció dándole un importante rango. Y no se oyó más nada.

 

O una secta se rebela contra su jefe religioso, acusándolo de cometer delitos y amenazando con adoptar otra religión, más humana y libre de supersticiones. Pero poco después nos enteramos de que los hombres sabios del país lograron la reconciliación del pastor y la grey aplicando

narcóticos sociales.

 

Criando un débil se queja de la opresión del fuerte, su prójimo lo calmará: “Calla y alégrate, así lo dispone el Destino.”

 

Cuando un aldeano duda de la santidad del sacerdote, le dirán: “Atiende sólo a sus enseñanzas y olvida sus defectos y fechorías.”

 

Cuando un maestro reprende a un estudiante, suele decir: “Las excusas que inventa un joven perezoso suelen ser, peores que el mismo delito.”

 

Si una hija se niega a adherir a las costumbres de la madre, ésta dirá: “La hija no es mejor que la madre: en consecuencia debe seguir los pasos maternos.”

 

Si un joven pide a un sacerdote que le explique el significado de un viejo rito, el predicador lo reprobará, diciendo: “Hijo, el que no mire la religión con los ojos de la fe no verá nada más que niebla y humo.”

 

De ese modo el Oriente descansa sobre su lecho mullido. El que duerme despierta un momento cuando lo pica una pulga y: luego retoma su sueño narcótico.

 

Y si alguien intenta despertarlos, los que duermen lo acusan de comportarse groseramente y

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