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de no dormir ni dejar dormir. Luego cierran nuevamente los ojos y susurran a los oídos de sus almas: “Es un infiel que envenena la mente de los jóvenes y socava los fundamentos eternos.”

 

Muchas veces pregunté a mi alma: “¿Soy uno de esos rebeldes despiertos que rechazan los narcóticos?” Y mi alma respondió crípticamente. Pero cuando oigo que injurian mi nombre y mis principios, me siento seguro de que estoy despierto y de que puedo contarme entre los que no se rinden a los sueños de la droga, que pertenezco a aquellos fuertes de corazón que caminan por senderos estrechos y espinosos en los que también se pueden encontrar flores, en medio de lobos que aúllan y de ruiseñores que cantan.

Si el despertar fuera una virtud, la modestia me impediría proclamarla. Pero no es una virtud sino una realidad que aparece súbitamente a quienes tienen la fuerza de levantarse. Ser modesto al decir la verdad es una hipocresía. Pero los orientales lo llaman educación.

 

No me sorprendería que los “pensadores” dijeran de mí: “Es un hombre que predica excesos y ve el lado malo de la vida; sólo aporta tinieblas y lamentos.”

 

A ellos respondo: “Deploro vuestra actitud oriental que evade la realidad de la debilidad y el dolor.

 

“Me aflige cuando veo que mi querido país canta, pero no de alegría sino para detener los estremecimientos de temor.

 

“En la lucha contra el demonio, el exceso es bueno. Porque el que es moderado en el anuncio de la verdad presenta la verdad a medias. Oculta la otra mitad por temor a la cólera de la gente.

 

“Detesto la inteligencia que se alimenta de carroña; su hedor trastorna mi estómago y no la agasajaré con dulces ni licores.

“Sin embargo, cambiaría alegremente mis gritos por joviales carcajadas, pronunciaría elogios en lugar de acusaciones, reemplazaría el exceso por la moderación siempre y cuando vosotros me mostrarais un gobernante justo, un abogado íntegro, un jerarca religioso que practique lo que predica, un marido que cuide a su mujer como a sí mismo.

 

“Si quieres que baile, que haga sonar la trompeta o batir el tambor, invítame a una fiesta de bodas y apártame del cementerio.”

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