castigando a los delincuentes, vigilando a los sospechosos y reforzando las
partes más débiles. De modo que, si para hacer perder Milán a Francia bastó
la primera vez un duque Ludovico que hiciese un poco de ruido en las
fronteras, para hacérselo perder la segunda se necesitó que todo el mundo
se concertase en su contra, y que sus ejércitos fuesen aniquilados y
arrojados de Italia, lo cual se explica por las razones antedichas.
Desde luego, Francia perdió a Milán tanto la primera como la segunda vez.
Las razones generales de la primera ya han sido discurridas; quedan ahora
las de la segunda, y queda el ver los medios de que disponía o de que
hubiese podido disponer alguien que se encontrara en el lugar de Luis XII
para conservar la conquista mejor que él.
Estos Estados, que al adquirirse se agregan a uno más antiguo, o son de la
misma provincia y de la misma lengua, o no lo son. Cuando lo son, es muy
fácil conservarlos, sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres,
y para afianzarse en el poder, basta con haber borrado la línea del príncipe
que los gobernaba, porque, por lo demás, y siempre que se respeten sus
costumbres y las ventajas de que gozaban, los hombres permanecen sosegados,
como se ha visto en el caso de Borgoña, Bretaña, Gascuña y Normandía, que
están sujetas a Francia desde hace tanto tiempo; y aun cuando hay alguna
diferencia de idioma, sus costumbres son parecidas y pueden convivir en
buena armonía. Y quien los
|
adquiera, si desea conservarlos, debe tener dos cuidados: primero, que la
descendencia del anterior príncipe desaparezca; después, que ni sus leyes ni
sus tributos sean alterados. Y se verá que en brevísimo tiempo el principal
adquirido pasa a constituir un solo y mismo cuerpo con el principado
conquistador.
Pero cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y
organización diferentes, surgen entonces las dificultades y se hace precisa
mucha suerte y mucha habilidad para conservarlos; y uno de los Señores y más
eficaces remedios sería que la persona que los adquiera fuese a vivir en
ellos.
Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha hecho el Turco con
Grecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conservar
aquel Estado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a
establecerse allí. Porque, de esta manera, se ven nacer los desórdenes y se
los puede reprimir con prontitud; pero, residiendo en otra parte, se entera
uno cuando ya son grandes y no tienen remedio. Además, los representantes
del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditos están mis
satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más
oportunidades para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren
proceder de otra manera. Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado
tendrían mis respetos; de modo que, habitando en él, solo con muchísima
dificultad podrá perderlo. |
 |