serme obstáculos para llevar a cabo las tareas que me son propias, me
resultan tan indiferentes como podrían serlo el sol, el viento o una bestia
salvaje. A causa de ellos, alguna de mis acciones podría verse estorbada,
pero, gracias a mi capacidad de adaptación y de respuesta no hay obstáculos
a mi impulso y disposición, pues el entendimiento transforma y altera cada
obstáculo que se presenta para conseguir el objetivo propuesto, resultando
que cada estorbo a una tarea se convierte en una ayuda, y cada obstáculo
puesto en el camino se convierte en un impulso.
21. Reverencia lo más excelso que hay en el mundo: lo que de todo se sirve y
todo cuida. De la misma manera, reverencia lo que es más excelso en ti
mismo; es de la misma clase que lo anterior. Porque, en ti, eso es lo que se
sirve de lo demás y dirige tu manera de vivir.
22. Lo que no es perjudicial para la ciudad, tampoco lo es para el
ciudadano. Cuando pienses que se te ha perjudicado, aplica esta regla: si la
ciudad no ha resultado perjudicada, tampoco yo. Y, si eso daña a la ciudad,
no debes enfadarte, sino sólo mostrar lo que ha hecho al que la ha dañado.
23. Considera con frecuencia la rapidez con la que seres y acontecimientos
pasan y desaparecen. Como un río, la sustancia fluye eternamente, las
fuerzas cambian perpetuamente, las causas se modifican de mil maneras. Casi
nada es estable, y los abismos del
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pasado y del futuro en los que todo se desvanece están muy próximos. ¡Qué
loco el hombre que en semejante contexto se envanece o se desespera o se
apesadumbra, como si algo le hubiera causado una perturbación durante un
tiempo considerable!
24. Acuérdate de que sólo eres una mínima parte de la sustancia total, de
que sólo dispones de un breve intervalo del tiempo global, y de que sólo
dispones de un pequeñísimo lugar en el destino.
25. ¿Alguien comete una falta contra mí? Es cosa suya: tiene su propio
temperamento, su propia forma de actuar. Yo, en ese momento, tengo lo que la
naturaleza quiere que tenga y hago lo que mi propia naturaleza quiere que
haga.
26. Que el guía interior y señor de tu alma permanezca indiferente al
movimiento, suave o violento, que tiene lugar en la carne, que no se mezcle
con ella sino que la rodee y limite esas pasiones al cuerpo. Cuando éstas
llegan hasta la inteligencia por efecto de la simpatía que une, unas a
otras, las partes de tu persona, que es indivisible, no te opongas a la
sensación, pues es un fenómeno natural, ni emita tampoco tu guía interior,
por sí mismo, el juicio de que se trata de algo bueno o malo.
27. «Vivir con los dioses.» Así hace el que se muestra siempre satisfecho
con la parte que le ha tocado, y cumple la voluntad del dios interior que a
todos ha dado Zeus, parte de sí mismo, como señor y guía. Y
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