a la filosofía como a un maestro de escuela, sino con la misma disposición
que el que padece una dolencia ocular recurre a aplicarse una esponja o
huevo, o como el que se vale de un emplasto o un fomento. De esta manera,
mostrarás que obedecer a la razón no es un gran asunto, sino que más bien
encontrarás alivio en ello. Recuerda también que la naturaleza sólo quiere
lo que está de acuerdo con tu propia naturaleza, mientras que tú querías
otra cosa en desacuerdo con la naturaleza. ¿Qué es más agradable que
seguirla? ¿Acaso no nos vence el placer por el agrado que nos produce?
Examina si la magnanimidad, la libertad, la sencillez, la benevolencia, la
piedad no son más agradables. Y en cuanto a la sabiduría ¿existe algo más
agradable, si consideras que la capacidad para comprender y el conocimiento
siempre procuran estabilidad y éxito?
10. Las cosas están cubiertas, por decirlo así, de un velo que hace que los
principales filósofos las consideren incomprensibles, y que incluso a los
estoicos les resulten difíciles de comprender. Cualquier asentimiento
nuestro frente a las percepciones puede cambiar, pues ¿dónde está el hombre
que no cambia jamás? Considera las cosas sujetas a la experiencia, ¡qué
breves son, carecen de valor y pueden ser poseídas por un disoluto, una
ramera o un bandido! Considera a continuación los caracteres de los que
viven contigo, incluso el mejor de ellos es difícil de soportar; hasta es
difícil soportarse a sí mismo. Entre tanta confusión y suciedad, tan rápido
flujo del tiempo y la sustancia, y
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tanto movimiento, ¿qué hay que merezca nuestra mayor estima y afán? Yo no lo
veo. Es preciso animarse a esperar la liberación natural y no irritarse por
su demora, sino apaciguarse con estas dos ideas: una, que nada puede
ocurrirme en desacuerdo con la naturaleza del conjunto; la otra, que está en
mi poder el no hacer nada contrario a mi dios y genio interior. Pues nadie
me obligará a ir contra éste.
11. Es preciso que siempre me haga esta pregunta: ¿para qué estoy usando
ahora mi alma?, y que averigüe qué tengo en este momento en eso que llaman
guía interior y qué clase de alma poseo ahora ¿la de un niño, un muchacho,
un pusilánime, un déspota, una bestia, una fiera?
12. Qué cosas considera bienes la gente ignorante puedes entenderlo por lo
siguiente. Si un hombre considerara que son auténticos bienes la sabiduría,
la moderación, la justicia, la fortaleza, no le encajaría como apropiado el
verso del poeta Menandro: «¡Es más rico que ... !» Sonaría a falso. Sin
embargo, si de antemano considerara como bienes los que el vulgo considera
como tales, oirá y aceptará estas palabras del poeta como adecuadas. ¡Hasta
tal punto el vulgo percibe la diferencia! Si no fuera así, estas palabras
aplicadas al primer caso no ofenderían y no serían rechazadas, mientras que
en el caso de la riqueza y los beneficios que llevan al lujo y a la fama,
nos parecen adecuadas las mismas palabras. Sigue, pues, y averigua si se
deberían respetar y considerar como bienes las cosas que hicieran que al que
las poseyera
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