Necesario es meditar en estos ejemplos para huir de
ellos; y por el contrario, deben seguirse los de templanza Y moderación que
dieron aquellos que no carecieron de motivos de ira ni de medios para
vengarse. ¿Qué había, en efecto, más fácil para Antígono que mandar al
suplicio dos soldados que, apoyados en la tienda real, hacían lo que los
hombres hacen con mucho gusto, aunque con mucho peligro, murmurar de su rey?
Antígono lo había oído todo, porque solamente le separaba de los
murmuradores un lienzo, y moviéndolo ligeramente, les dijo: «Retiraos más
lejos, no sea que os oiga el Rey. De la misma manera, durante una marcha
nocturna, habiendo oído a algunos soldados maldecir al Rey porque les había
hecho entrar en un camino cenageso y difícil, acercose a los más apurados, y
después do ayudarles a salir, sin darse a conocer: «Ahora, les dijo,
maldecid a Antígono, que os ha traído a este mal paso; pero desead el bien
para el que os ha sacado del lodazal. Con igual mansedumbre soportó las
imprecaciones de sus enemigos que las de sus súbditos. En el sitio de no sé
qué castillejo, confiando los Griegos que lo defendían en la resistencia de
la fortaleza, insultaban a los sitiadores, burlándose de la fealdad de
Antígono, de su corta estatura y de su aplastada nariz: «Me alegro, dijo; y
algo bueno espero, teniendo a Sileno en mi campamento. Habiendo reducido a
aquellos burlones por el hambre, he aquí cómo obró con los prisioneros:
repartió entre las, cohortes a los que eran útiles para el servicio y a los
demás los vendió |
en subasta; lo que
dijo no hubiera hecho a no ser útil dar amo a gentes que tenían mala lengua.
Nieto de este Rey fue Alejandro, que arrojaba su lanza contra sus
convidados; que de los dos amigos que antes citó. Entregó uno al furor de un
león y el otro al suyo. De ellos, sin embargo, vivió el arrojado al león.
XXIII. No había heredado este vicio de su abuelo ni de su padre.
Porque si existió en Philipo otra virtud, también tuvo la paciencia para
soportar las injurias, poderoso medio para proteger un reino. Demochares,
llamado Parrhesiastes a causa de la excesiva intemperancia de su lengua,
vino a él con otros legados atenienses. Philipo, después de escucharles con
benevolencia: «Decidme, añadió qué puedo hacer que sea grato a los
Atenienses. –Ahorcarte. Contestó Demochares. Estalló la indignación de los
presentes al escuchar tan brutal contestación, y calmándoles Philipo, mandó
que se dejase marchar a. aquel Thersita sano y salvo. «En cuanto a vosotros,
dijo a los demás legados, decid a los Atenienses que son mucho más soberbios
los que tales cosas dicen que los que las oyen sin castigarlas. Muchas cosas
dijo e hizo el divino Augusto que merecen ser referidas, y que demuestran
que la ira no imperaba en él. El historiador Timogenes habla dicho del
Emperador, de su esposa y de su familia cosas que no quedaron perdidas,
porque el chiste las hace circular más y las pone en todas las bocas.
Frecuentemente le amonestó el César para que fuese más moderado en su
lenguaje, y como persistiera, le negó la entrada en
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