convenga, y no me apartará de lo bueno esta malignidad teñida con mucho
veneno, ni la ponzoñosa (que derramáis en otros, con que os matáis a
vosotros mismos) me impedirá el perseverar en alabar la vida (no la que
tengo, sino la que conozco debo tener), ni me hará dejar de adorar la
virtud, ni de seguirla, aunque tras ella vaya arrastrando largo trecho. ¿He
de esperar por ventura a que haya alguna cosa sin mezcla de malevolencia,
de la cual no fueron reservados ni Rutilio ni Catón? ¿A quién no tendrán
por demasiado rico los que tienen por poco pobre a Demetrio Cínico?» ¡Oh
varón fuerte y guerreador contra todos los deseos de la naturaleza, y por
esto más pobre que todos los cínicos!, porque con haberse prohibido el
poseer se prohibió el pedir. Niegan que fue harto pobre, porque, como ves,
no profesó la ciencia de la virtud, sino solamente la pobreza.
Capítulo XIX
Niegan que Diodoro, filósofo epicúreo (que en breves días puso con su
propia mano fin a su vida), hizo por doctrina de Epicuro el cortarse la
garganta. Unos afirman que aquella acción fue locura: otros que temeridad;
y él, entre estas opiniones, dichoso y lleno de buena conciencia, se dio a
sí mismo testimonio de la vida pasada y de su loable edad, puesta ya en el
puerto y echadas las áncoras, y entonces dijo lo que vosotros oís contra
vuestra voluntad: «Viví, y pasé la carrera que me dio la fortuna.»
Disputáis vosotros de la vida de uno y de la muerte de otro, y como gozques
cuando ven hombres no conocidos, ladráis a la fama de algunos varones
señalados por excelentes alabanzas, porque os conviene que nadie parezca
bueno, como si la ajena virtud fuese baldón de vuestros vicios. Comparáis
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envidiosos las cosas limpias con vuestras suciedades, sin atender con cuánto
daño vuestro os atrevéis. Porque si decís que aquellos que siguen la virtud
son avarientos, deshonestos y ambiciosos, ¿qué sois vosotros que aborrecéis
el mismo nombre de la virtud? ¿Negáis haber quien ejecute lo que dice y que
no viven al modelo de lo que hablan?; ¿de qué os maravilláis si dicen cosas
valientes, grandes y exentas de las humanas tormentas, procurando desasirse
de las cruces en que vosotros mismos habéis fijado vuestros clavos?, y
cuando son llevados a la muerte, pende cada uno de sola una cruz; pero
aquellos que se maltratan a sí mismos están en tantas, cuantos deseos
tienen; y siendo mordaces, se muestran donairosos en afrenta ajena. Diera yo
crédito, a no ver que algunos de ellos, puestos en el suplicio, escupieron a
los que los miraban.
Capítulo XX
No cumplen los filósofos lo que dicen; pero con todo eso no importa mucho
lo que dicen, y lo que con sana intención conciben; porque si con los dichos
igualaran los hechos, ¿qué cosa pudiera haber para ellos más feliz?
Mientras llegan a esto, no es justo desprecies sus buenos consejos, ni sus
entrañas llenas de pequeños pensamientos, que el tratar de estudios
saludables premio merece, aunque no llegue a conseguirse el efecto. ¿De qué
te maravillas si no llegan a la cumbre los que emprendieron cosas arduas?
Considera que, aunque caigan, son con todo eso varones que no mirando a las
propias fuerzas, sino a las de la naturaleza, intentan acciones grandes,
emprenden cosas altas, concibiendo en el ánimo empresas mayores de las que
pueden hacer aun los que se hallan dotados de espíritu gallardo. ¿Qué
persona
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