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saldrá conforme a  tus deseos; no te sucederá cosa adversa, y ninguna contra tu opinión o  contra tu voluntad. ¿Pues qué diremos? ¿Es por ventura la virtud perfecta  y divina suficiente para vivir dichosamente? ¿Pues por qué no lo ha de  ser? Antes es superabundante, porque ninguna cosa le hace falta al que  vive apartado de los deseos de ellas, porque ¿de qué puede necesitar aquel que lo juntó todo en sí? Más con todo eso, el que camina a la virtud, aunque se haya adelantado mucho, necesita de algún halago de la fortuna, mientras lucha con las cosas humanas, y mientras se desata el lazo de la mortalidad. ¿Pues en qué está la diferencia? En que los unos están asidos,  presos y amarrados, y el que se encaminó a lo superior, levantándose más alto, trae la cadena más larga; y aunque no está de todo punto libre, pasa plaza de libre.

 

Capítulo XVII

 

Así que si alguno de éstos, que agavillados ladran a la filosofía, me  dijere lo que suelen: «¿Por qué hablas con mayor fortaleza de la que  vives? ¿Por qué humillas tus palabras al superior? ¿Por qué juzgas por  instrumento necesario el dinero? ¿Por qué te alteras con el daño? ¿Por qué  lloras con las nuevas de la muerte de tu mujer o de tu amigo? ¿Por qué  cuidas tanto de tu fama? ¿Por qué te alteran las malas palabras? ¿Por qué  tienes jardines con mayor adorno del que pide el natural uso? ¿Por qué no  comes con las leyes que das? ¿Por qué tienes tan lucidas alhajas? ¿Para  qué bebes vino de más años que los que tú tienes? ¿Por qué labras casas? ¿Por qué plantas arboledas para sólo hacer sombra? ¿Para qué trae tu mujer en sus orejas la hacienda de una casa rica? ¿Por qué das a tus

criados tan costosas libreas? ¿Por qué has introducido que en tu casa sea ciencia el  servir, haciendo que los aparadores se dispongan, no a caso, sino con  arte? ¿Para qué tienes maestro de trinchar las aves?» Añade si te parece.  «¿Para qué tienes hacienda en la otra parte del mar? ¿Para qué posees más  de lo que conoces? ¿Por qué eres tan torpe o tan descuidado, que no tienes  noticia de tus pocos criados, o vives tan desconcertadamente, que por  tener tantos no es suficiente tu memoria a conocerlos?» Yo ayudaré y  esforzaré después estos baldones que me das, y me haré otros muchos cargos  más de los que tú me pones. Pero por ahora te respondo, no como sabio,  sino para dar pasto a tu mala voluntad, y no lo yerro. «Lo que de presente  me pido a mí, no es el ser igual a los mejores, sino el ser mejor que los  malos. Bástame el ir cercenando cada día alguna parte de mis vicios, y  castigando mis culpas. No he llegado hasta ahora a la salud, ni llegaré  tan presto: busco para la gota, ya que no remedios, a lo menos fomentos  que la disminuyan, contentándome con que venga menos veces, y que me  amenace menos fiera: y así, comparado con la ligereza de vuestros pies,  soy débil corredor.»

 

Capítulo XVIII

 

«No digo esto por mí, que me hallo en el golfo de todos los vicios,  sino por el que tiene algo de bueno.» Dirá que hablo de una manera, y  vivo de otra. Esto mismo fue objetado por malísimas cabezas, y enemigas de los buenos, a Platón, a Epicuro y a Zenón, porque todos éstos hablaron, no  como vivieron, sino como debieran vivir: «Yo no hablo de mí, sino de la  virtud; y cuanto digo injurias a los vicios las digo en primer lugar a los  míos. Cuando pudiere, viviré como

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