141_142
Ir al catálogo

ésta  obedece la razón y con ella se aconseja, según lo cual es lo mismo vivir  bien que vivir conforme a los preceptos de la naturaleza. Yo declararé  cómo ha de ser esto: Si miráremos con recato y sin temor los dotes del  cuerpo y las cosas ajustadas a la naturaleza, juzgándolos como bienes  transitorios y dados para solo un día, y si no entráremos a ser sus  esclavos, ni tuvieren posesión de nosotros; si los que son deleitables al  cuerpo y los que vienen de paso los pusiéremos en el lugar en que suelen ponerse en los ejércitos los socorros y la caballería ligera. Estos bienes sirvan y no imperen, que con éstos serán útiles al ánimo. Sea el varón incorrupto y sin dejarse vencer de las cosas externas; sea estimador de sí  mismo; sea artífice de su vida, disponiéndose a la buena o mala fortuna;  no sea su confianza sin sabiduría, y sin constancia persevere en lo que  una vez eligiere, sin que haya cosa que se borre en sus determinaciones.  También se debe entender, aunque yo no lo diga, que este varón ha de ser  compuesto, concertado, magnífico y cortés; ha de tener una verdadera  razón, asentada en los sentidos, tomando de ella los principios, porque no  hay otros en que estribar, ni donde se tome la carrera para llegar a la  verdad y volver sobre sí. Haga nuestro ánimo lo mismo, y cuando, habiendo seguido sus  sentidos, hubiere por ellos pasado a las cosas externas, tenga autoridad  en ellas y en sí, y (para decirlo en este modo) eche prisiones al sumo  bien, que de esta suerte se hará una fortaleza y una potestad acorde, de  la cual nacerá una razón fija, no desconfiada, ni dudosa en las opiniones,  ni en las doctrinas, ni en la persuasión de sí mismo; y cuando ésta se dispone y se ajusta en sí y, por decirlo en una palabra, cuando hiciere consonancia, habrá llegado a conseguir el sumo bien, porque entonces no le queda cosa mala ni

repentina, ni en que encuentre, o con que vacile. Hará todas las cosas por su imperio, y ninguna impensadamente; lo que hiciere le saldrá bien, con facilidad y sin repugnancia; porque la pereza y la duda dan indicios de pelea y de inconstancia. Por lo cual, con osadía has  de defender que el sumo bien es una concordia del ánimo, y que las  virtudes están donde hubiere conformidad y unidad, y que los vicios andan  siempre en continua discordia.

 

Capítulo IX

 

Dirá que no por otra razón reverencio la virtud sino porque de  ella espero algún deleite. Lo primero digo, que aunque la virtud da  deleite, no es esa la causa porque se busca, que no trabaja para darle; si  bien su trabajo, aunque mira a otros fines, da también deleite, sucediendo  lo que a los campos, que estando arados para las mieses dan también  algunas flores, y aunque éstas deleitan la vista, no se puso para ellas el trabajo, que otro fue el intento del labrador, y sobrevínole éste. De la  misma manera el deleite no es paga ni causa de la virtud, sino una  añadidura, y no agrada porque deleita, sino deleita porque agrada. El sumo  bien consiste en el juicio y en el hábito de la buena intención, que en  llenando el pecho y ciñéndose en sus términos, viene a estar en perfección  sin desear cosa alguna; porque como no hay cosa que esté fuera del fin,  tampoco la hay fuera del todo; y así, yerras cuando preguntas qué cosa es aquella por quien busco la virtud, que eso sería buscar algo sobre lo supremo. ¿Pregúntame qué pido a la virtud?; pido la misma virtud, porque  ella no tiene otra cosa que sea mejor, y es la paga de sí misma. Dirá: -¿Pues esto poco es cosa tan grande?- ¿No te he dicho que el sumo bien es  un vigor inquebrantable de

141

142

Ir a primera página Retroceder una página Avanzar una página Ir a la última página
Ir a Pg.