que suele deleitar los sentidos; ponga después los ojos en las cosas
pasadas, y acordándose de los antiguos entretenimientos, alégrese de ellos,
acérquese a los futuros, disponga sus esperanzas; y mientras su cuerpo está
enviciado en la golosina presente, ponga los pensamientos en lo que espera,
que con sólo esto lo juzgo por el más desdichado, siendo frenesí abrazar
los males en lugar de los bienes. Ninguno sin salud es bien afortunado, y
no la tiene el que en vez de lo saludable apetece lo dañoso. Será, pues,
bienaventurado el que es su juicio recto, y el que se contentare con lo que
posee, teniendo amistad con su estado, y aquel a quien la razón guiare en
sus acciones. Advierte en cuán torpe lugar pusieron el sumo bien los que
dijeron lo era el deleite; y con todo eso niegan el poderlo apartar de la
virtud, y dicen que ninguno que viva bien puede dejar de vivir con alegría;
que el que vive en alegría vive juntamente con bien. Yo no veo cómo se
puedan unir cosas tan diversas. Decidme: ¿en qué fundáis que no puede
separarse la virtud del deleite? ¿Es por ventura porque todo principio de
bien nace de la virtud? Pues también de sus raíces nacen las cosas que
vosotros amáis y apetecéis; y si no fuesen distintas, no veríamos que
algunas son deleitables y no buenas, y otras que, siendo buenas, se han de
buscar por asperezas y dolores.
Capítulo VII
Añade también que el deleite alcanza a la más torpe vida, y la virtud no
admite esta compañía, y que hay algunos que teniendo deleites son
infelices, y antes de tenerlos les nace el serlo, lo cual nos sucedería si
el deleite se mezclase con la virtud, careciendo ella muchas veces de él,
sin jamás |
necesitar de su compañía. ¿Para qué, pues, haces unión de lo que no sólo no
es semejante, antes es diverso? La virtud es una cosa alta, excelsa, real e
infatigable; el deleite es abatido, servil, débil y caduco, cuya morada son
los burdeles y bodegones. A la virtud hallarás en el templo, en los
consejos y en los ejércitos, defendiendo las murallas, llena de polvo,
encendida y con las manos llenas de callos. Hallarás al deleite
escondiéndose y buscando las tinieblas, ya en los baños, ya en las estufas
y en los lugares donde se recela la venida del juez. Hallarás flaco, débil y
sin fuerzas, humedecido en vino y en ungüentos, descolorido, afeitado y
asqueroso con medicamentos. El sumo bien es inmortal, no sabe irse si no le
echan, no causa fastidio ni arrepentimiento, porque el ánimo recto jamás se
altera, ni se aborrece, ni se muda, porque sigue siempre lo mejor. El
deleite cuando está dando más gusto, entonces se acaba, y como tiene poca
capacidad, hinchase presto y causa fastidio, marchitándose al primer ímpetu,
sin que se pueda tener seguridad de lo que está en continuo movimiento. Y
así, no puede tener subsistencia lo que con tanta celeridad viene y pasa
para acabarse con el uso, terminándose donde llega y caminando a la
declinación cuando comienza.
Capítulo VIII
¿Pues qué diremos si en los buenos y en los malos hay deleite, y no alegra
menos a los torpes la culpa que a los buenos la virtud? Y por esta causa
nos aconsejaron los antiguos que siguiésemos la vida virtuosa y no la
deleitable, de tal modo que el deleite no sea la guía, sino un compañero de
la ajustada voluntad. La naturaleza nos ha de guiar; a
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