admiran, ha de crecer el de los que envidian.
Capítulo III
Ando buscando con cuidado alguna cosa que yo juzgue ser buena para el uso y
no para la ostentación; porque éstas que se miran con cuidado y nos hacen
detener mostrándolas los unos a los otros con admiración, aunque en lo
exterior tienen resplandor, son en lo interior miserables. Busquemos algo
que sea bueno, no en la apariencia, sino sólido y macizo, y en la parte
interior hermoso. Alcancémoslo, que no está muy lejos, y con facilidad lo
hallarás si atendieres a la parte a que has de extender la mano; porque
ahora pasamos por las cosas que nos están cercanas, como los que andan a
oscuras, tropezando en lo mismo que buscan. Pero para no llevarte por
rodeos, dejaré las opiniones de otros, por ser cosa prolija referirlas y
refutarlas. Admite la nuestra y cuando te digo la nuestra, no me ato a la
de alguno de los principales estoicos, que también tengo yo libertad para
hacer mi juicio. Finalmente, seguiré algunos de ellos, a otro compeleré a
que divida su opinión; y por ventura, después de estar llamado y citado de
todos, no reprobaré cosa alguna de lo que nuestros pasados decretaron, ni
diré: «Esto siento demás»; y en el ínterin, siguiendo la opinión de los
estoicos, me convengo con la naturaleza, por ser sabiduría el no apartarnos
de ella, formándonos por sus leyes y ejemplos. Será, pues, bienaventuranza
la vida en lo natural que se conformare con su naturaleza; lo cual no se
podrá conseguir si primero no está el ánimo sano y con perpetua posesión de
salud. Conviene que sea vehemente, fuerte, gallardo, sufridor, y que sepa
ajustarse a los tiempos, siendo |
circunspecto en sí y en todo lo que le tocare, pero sin demasía. Ha de ser
asimismo diligente en todas las cosas que instruye la vida, usando de los
bienes de la fortuna sin causar admiración a otros y sin ser esclavo de
ella. Y aunque yo no lo añada, sabes tú que a esto se seguirá una perpetua
tranquilidad y libertad, dando de mano a las cosas que nos alteran o
atemorizan; porque en lugar de los deleites y las demás cosas que en los
mismos vicios son pequeñas, frágiles y dañosas, sucederá una grande alegría
incontrastable, una paz acompañada de concordia de ánimo y una grandeza
adornada de mansedumbre; porque todo lo que es fiereza se origina de
enfermedad.
Capítulo IV
Podrá asimismo definirse nuestro bien de otra manera, comprendiéndose en la
misma sentencia, aunque no en las mismas palabras. Al modo que un mismo
ejército unas veces se esparce en mayor latitud y otras se estrecha y
reduce a más angosto sitio, unas se pone en forma de media luna, otras se
muestra en recta y descubierta frente, pero de cualquier manera que se
forme, consta de las mismas fuerzas y está con el mismo intento para acudir
a la parcialidad que sigue, así la definición del sumo bien puede unas
veces extenderse y estrecharse otras; con lo cual vendrá a ser lo mismo
decir que el sumo bien es un ánimo que, estando contento con la virtud,
desprecia las cosas que penden de la fortuna, o que es una invencible
fortaleza de ánimo sabedora de todas las cosas, agradable en las acciones,
con humanidad y estimación de los que le tratan. Quiero, pues, que llamemos
bienaventurado al hombre que no tiene por mal o por bien sino el tener
bueno o malo el
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