buscarla en nuestro interior.
No es verdadera norma de conducta la que se descubre fuera del hombre,
es decir, la que no deriva directamente de la propia naturaleza humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí, y no hace a
sus semejantes lo que no quisiera que le hicieran a él, éste posee la
rectitud de corazón y cumple la norma de conducta moral que la propia
naturaleza racional impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica constante de las
buenas obras, cuando han alcanzado su prado máximo de perfección, producen
óptimos resultados; del mismo modo, el fiel cumplimiento del deber dará
lugar a beneficios sin límite, siendo su causa unas fuerzas de naturaleza
sutil e imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales, comunes y tres facultades para
practicarlos.
Estos deberes se refieren a las cinco relaciones siguientes: las
relaciones que debe existir entre el príncipe y los súbditos, entre el padre
y sus hijos, entre el marido y la esposa, entre los hermanos mayores y los
menores, y entre los amigos. El recto comportamiento en estas cinco
relaciones constituye el principal deber común a todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la observancia de
nueve reglas universales: el dominio y perfeccionamiento de uno mismo, el
respeto a los sabios, el
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amor a los familiares, la consideración hacia los ministros
por ser los principales funcionarios del reino, la perfecta
por ser los principales funcionarios del reino, la perfecta armonía con
todos los funcionarios subalternos y con los
magistrados, unas cordiales relaciones con todos los súbditos, la aceptación
de los consejos y orientaciones de sabios y artistas de los que siempre debe
rodearse el gobernante, la cortesía con los transeúntes y extranjeros, y el
trato honroso y benigno para con los vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos previamente las
palabras, nuestra conversación no será vacilante ni ambigua. Si en todos
nuestros negocios y empresas determinamos y planeamos previamente las etapas
de puesta actuación, conseguiremos con facilidad el éxito. Si determinamos
con la suficiente antelación nuestra norma de conducta en esta vida, en
ningún momento se verá nuestro espíritu asaltado por la inquietud. Si
conocemos previamente nuestros deberes, nos resultará fácil su cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará de la
confianza de sus superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana, no se
enorgullece ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se rebela
contra los ricos y poderosos.
Cuando el reino es administrado con justicia y equidad, bastará su
palabra para que le sea conferida la dignidad que merece; cuando el Reino
sea mal gobernado, y se produzca
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