Que el efecto de las fuerzas sea como el de piedras arrojadas sobre huevos,
es una cuestión de lleno y vacío.
Cuando induces a los adversarios a atacarte en tu territorio, su fuerza
siempre está vacía (en desventaja); mientras que no compitas en lo que son
los mejores, tu fuerza siempre estará llena. Atacar con lo vacío contra lo
lleno es como arrojar piedras sobre huevos: de seguro se rompen.
Cuando se entabla una batalla de manera directa, la victoria se gana por
sorpresa.
El ataque directo es ortodoxo. El ataque indirecto es heterodoxo.
Sólo hay dos clases de ataques en la batalla: el extraordinario por sorpresa
y el directo ordinario, pero sus variantes son innumerables. Lo ortodoxo y
lo heterodoxo se originan recíprocamente, como un círculo sin comienzo ni
fin; ¿quién podría agotarlos?
Cuando la velocidad del agua que fluye alcanza el punto en el que puede
mover las piedras, ésta es la fuerza directa. Cuando la velocidad y
maniobrabilidad del halcón es tal que puede atacar y matar, esto es
precisión. Lo mismo ocurre con los guerreros expertos: su fuerza es rápida,
su precisión certera. Su fuerza es como disparar una catapulta, su precisión
es dar en el objetivo previsto y causar el efecto esperado.
El desorden llega del orden, la cobardía surge del valor, la debilidad brota
de la fuerza. |
Si quieres fingir desorden para convencer a tus adversarios y distraerlos,
primero tienes que organizar el orden, porque sólo entonces puedes crear un
desorden artificial. Si quieres fingir cobardía para conocer la estrategia
de los adversarios, primero tienes que ser extremadamente valiente, porque
sólo entonces puedes actuar como tímido de manera artificial. Si quieres
fingir debilidad para inducir la arrogancia en tus enemigos, primero has de
ser extremadamente fuerte porque sólo entonces puedes pretender ser débil.
El orden y el desorden son una cuestión de organización; la cobardía es una
cuestión valentía y la de ímpetu; la fuerza y la debilidad son una cuestión
de la formación en la batalla.
Cuando un ejército tiene la fuerza del ímpetu (percepción), incluso el
tímido se vuelve valiente, cuando pierde la fuerza del ímpetu, incluso el
valiente se convierte en tímido. Nada está fijado en las leyes de la guerra:
éstas se desarrollan sobre la base del ímpetu.
Con astucia se puede anticipar y lograr que los adversarios se convenzan a
sí mismos cómo proceder y moverse; les ayuda a caminar por el camino que les
traza. Hace moverse a los enemigos con la perspectiva del triunfo, para que
caigan en la emboscada.
Los buenos guerreros buscan la efectividad en la batalla a partir de la
fuerza del ímpetu (percepción) y no dependen sólo de la fuerza de sus
soldados. Son capaces de escoger a la mejor gente, desplegarlos
adecuadamente y dejar que la fuerza del ímpetu logre sus objetivos. |
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