apariencias de honradez.
Basta una sola palabra acertada del noble para que se le considere
entendido sobre una cosa, pero también basta que cometa un solo error para
que se diga que no sabe nada.
Por consiguiente, el noble debe vigilar mucho sus palabras.
El buen gobernante debe ser generoso sin caer en la
prodigalidad; debe cobrar los impuestos suficientes para llevar una vida
digna, sin caer en la codicia; su porte debe ser digno y grave, sin dejarse
llevar por una vana ostentación; debe tener autoridad, sin que su mando sea
despótico; debe exigir con cautela la colaboración del pueblo en los
trabajos públicos, para no suscitar su resentimiento.
Realizar cuanto sea para el bien común, ¿No es ésta la mejor forma de
generosidad?
Desear únicamente las riquezas necesarias para la práctica de las
virtudes propios de su dignidad, ¿Puede esto llamarse “codicia?” Si sus
propiedades particulares no son demasiado grandes ni demasiado pequeñas, si
se ocupa de los asuntos que no son ni muy importantes ni muy
insignificantes, si se mantiene a cierta distancia de los hombres sin
despreciar a nadie, ¿No es esto la dignidad exenta de orgullo? Si cuida su
aspecto exterior, si es equilibrado y ecuánime en todos sus actos, el pueblo
entero lo respetará sin experimentar temor, ¿No consiste en esto la
autoridad libre de despotismo? Si sólo utiliza el trabajo de los súbditos
para realizar lo que es razonablemente necesario, ¿Quién podrá experimentar
resentimiento? Los cuatro vicios relativos al gobierno son los siguientes: |
no instruir al pueblo y ocultarse la verdad, lo cual recibe el nombre de
“tiranía”; exigir una conducta perfecta a todos los ciudadanos sin
informarles previamente sus obligaciones, lo que recibe el nombre de
“opresión”; no tener prisa en dar las órdenes y pretender luego que se
cumplan en el acto, lo que representa una grave injusticia; buscar siempre
el propio provecho, lo que recibe el nombre “egoísmo”.
Cuarto: Libro Clásico
Si la ganancia o el provecho se anteponen a la justicia, los súbditos nunca
estarán satisfechos y el príncipe se hallará en un peligro constante.
Si los hombres con canas pueden cubrirse con vestidos de seda y comer
carne, si los jóvenes de negros cabellos dejan de padecer hambre y frío, la
vida del reino será próspera. No ha existido ni un solo príncipe que obrando
así haya dejado de alcanzar autoridad sobre su pueblo.
Si un rey no gobierna con rectitud, es decir, si no colma de
beneficios a su pueblo, es porque no quiere y no porque no pueda.
Si un príncipe se entristece por las desgracias de su pueblo, los
súbditos también sentirán pesar por las tristezas de su príncipe. Si el
príncipe se alegra con la felicidad de su pueblo, y hace suyas las
penalidades de sus súbditos, no tendrá dificultad alguna en su gobierno.
Si tú amas con locura las riquezas, no debes hacer otra cosa que
compartirlas con el pueblo.
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