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que debe reprochar, no hará nada bueno en su vida.

 

      Cuando permanecen muchas personas reunidas durante todo un día, no todo lo que se comenta es justo y equitativo. Es muy frecuente se hable sobre cosas vulgares y que abunden las conversaciones necias.

 

      El noble no da crédito a las palabras por la sola autoridad de quien las pronuncia; tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una persona ignorante.

 

      La inconstancia y la impaciencia destruyen los más elevados propósitos.

 

      Cuando la muchedumbre desprecia a alguien, debéis examinar con objetividad su conducta antes de emitir vuestra opinión. También cuando la multitud aclama a alguien, es preciso contemplar con imparcialidad sus obras antes de aprobarlas.

 

      El hombre puede ensalzar las excelencias de la virtud, pero la virtud no puede proporcionar prosperidad y fama al hombre.

 

      Sólo puede ser calificado como “vicioso” el que comete un acto deshonroso y no se corrige.

 

      El noble sólo busca la verdad y no se aferra con ciega obstinación a su criterio.

 

      Transmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de razas ni de categorías.

      Las palabras han de expresar con fidelidad nuestro pensamiento.

      Los ministros de un príncipe virtuoso deben evitar tres faltas: la petulancia, consistente en hablar cuando nadie les ha pedido su opinión; la timidez, que consisten no atreverse a expresar su opinión cuando se les invita a ello; y la imprudencia, que consiste en hablar sin haber observado antes el estado de ánimo del príncipe.

 

      Sólo los hombres de profunda inteligencia y los necios de mente más obtusa permanecen invariables.

 

      Si se mata una gallina, ¿Para qué utilizar un cuchillo, que sirve para matar bueyes?

 

      Si respetáis vuestra propia persona y a todos nuestros semejantes, nadie podrá despreciaros; si sois generosos, os ganaréis el afecto del pueblo; si sois sinceros, nadie desconfiará de vosotros; si todos vuestros actos os aproximan al bien, vuestro mérito será grande; el amor a los hombres es la mejor arma para gobernar con eficacia.

 

      Aún las profesiones más humildes son dignas de respeto.

 

      Puede calificarse como “amante del estudio” quien cada día adquiere un conocimiento nuevo, y cada mes retiene lo que ha aprendido.

 

      No os avergoncéis de preguntar para resolver vuestras dudas, y meditad las respuestas que os hayan sido dadas.

 

      Los hombres viciosos procuran disimular sus faltas con

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