No se debe, pues, dejar pasar esta ocasión para que Italia, después de tanto
tiempo, vea por fin a su redentor. No puedo expresar con cuánto amor, con
cuánta sed de venganza, con cuanta obstinada fe, con cuanta ternura, con
cuántas lágrimas, sería recibido en todas las provincias que han sufrido el
alivio de los extranjeros. ¿Qué puertas se le cerrarían? ¿Qué pueblos
negarían obediencia? ¿Qué envidias se le opondrían? ¿Qué italiano le
rehusaría su homenaje? A todos repugna esta dominación de los bárbaros.
Abrace, pues, vuestra ilustre familia esta causa con el ardor y la esperanza
con que se abrazan las causas justas, a, fin de que bajo su enseña la patria
se ennoblezca y bajo sus auspicios se realice la aspiración de Petrarca:
Virtú contro a furore
Prenderó 1’arme; e fia ‘l conbatter corto,
Chè l’antico valore
Negl’itailici cuor non è ancor morto.*
* La virtud tomará las armas contra el atropello; el combate será breve,
pues el antiguo valor en los corazones italianos aún no ha muerto.
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