necesario que las sometiese; pero cometido el error, nunca debió consentir
en la ruina de los venecianos, pues poderosos como eran, habrían mantenido a
los otros siempre distantes de toda acción contra Lombardía, ya porque no lo
hubiesen permitido sino para ser ellos mismos los dueños, ya porque los
otros no hubiesen querido arrebatársela a Francia para dársela a los
venecianos, y para atacar a ambos a la vez les hubiera faltado audacia. Y si
alguien dijese que el rey Luis cedió la Romaña a Alejandro Nápoles a España
para evitar la guerra, contestaría con las razones arriba enunciadas: que
para evitar una guerra nunca se debe dejar que un desorden siga su curso,
porque no se la evita, sino se la posterga en perjuicio propio. Y si otros
alegasen que el rey había prometido al papa ejecutar la empresa en su favor
para obtener la disolución de su matrimonio y el capelo de Ruán, respondería
con lo que más adelante se dirá acerca de la fe de los príncipes y del modo
de observarla.
El rey Luis ha perdido, pues, la Lombardía por no haber seguido ninguna de
las normas que siguieron los que conquistaron provincias y quisieron
conservarlas. No se trata de milagro alguno, sino do un hecho muy natural y
lógico. Así se lo dije en Nantes el cardenal de Ruán mientras que “el
Valentino” como era llamado por el pueblo César Borgia, hijo del papa
Alejandro, ocupaba la Romaña. Como me dijera el cardenal de Ruán que los
italianos no entendían nada do las cosas de la guerra, yo tuve que
contestarle que los franceses entendían menos
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de las que se refieren al Estado, porque de lo contrario no hubiesen dejado
que la iglesia adquiriese tanta influencia. Y ya se ha visto cómo, después
de haber contribuido a crear la grandeza de la Iglesia y de España en
Italia, Francia fue arruinada por ellas. De lo cual se infiere una regla
general que rara vez o nunca falla: que el que ayuda a otro a hacerse
poderoso causa su propia ruina. Porque es natural que el que se ha vuelto
poderoso recele de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las
cuales se lo ha ayudado.
Capitulo IV
POR
QUÉ EL REINO DE DARÍO, OCUPADO POR ALEJANDRO, NO SE SUBLEVÓ CONTRA LOS
SUCESORES DE ÉSTE DESPUÉS DE SU MUERTE
Consideradas las dificultades que encierra el conservar un Estado
recientemente adquirido, alguien podría preguntarse con asombro a qué se
debe que, hecho Alejandro Magno dueño do Asia en pocos años, y muerto apenas
ocupada, sus sucesores, en circunstancias en que hubiese sido muy natural
que el Estado se rebelase, lo retuvieron con sus manos, sin otros obstáculos
que los que por ambición surgieron entre ellos. Contesto que todos los
principados de que se guarda memoria han sido gobernados de dos modos
distintos: o por un príncipe que elige de entre sus siervos, que lo son
todos, los ministros que lo ayudarán a gobernar, o por un príncipe asistido
por nobles que, no a la gracia del señor, sino a la
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