Intemporalidad
 

              

 

 

 

INTEMPORALIDAD

 

 Por Zahur Klemath Zapata

Cuando entramos en el mundo de lo real, en el de las cosas diarias. Donde casi todo tiene un sentido y una especie de razón de ser. Es cuando nacen nuestros problemas. Este vivir sociable nos compromete con el vecino y con las cosas que nos rodean y nos lleva a iniciar una lucha diaria para podernos mantener en pie y continuar el camino que cada uno haya elegido. Las preguntas nunca aparecen cuando todo esta dado, pues no hay por qué interrogarse, sólo cuando la mente es inquieta y quiere responder a los múltiples interrogantes que afloran a la mente. Cada uno vive su propia felicidad o desgracia, cada uno está sometido a un camino que se va trazando al caminar y que el mundo que lo rodea le va marcando los derroteros por donde ha de seguir. Su inteligencia será la única que  lo guiará por ese sendero que sólo él vivirá y nadie podrá representar ese papel en su existencia. Cada uno sabe su verdad y los secretos que ella entraña. Ese comulgar con su intimidad lo lleva a guardar los más recónditos sentimientos y actos que nunca serán develados al más íntimo confesor en las circunstancias más extremas. La verdad sólo está en cada uno y en la forma en que esa verdad sea vista por quien la vé y de la forma en quien ve tenga la capacidad de dilucidarla sin transgredir el verdadero sentido de ella misma.

 

Nuestra vida es eso, una verdad a medias. Un cúmulo de sentimientos que navegan en nuestra mente tratando de permanecer como algo que jamás desaparecerá. Pero la realidad es que todo eso existe mientras exista conciencia vital en el universo. Todo cuanto sabemos es porque ha habido un legado. Porque estamos concientes y los que vienen van recogiendo las cenizas de los que ya pasaron. De cada nueva ceniza nace una esperanza. Nace algo que no será igual y que se va absorbiendo así mismo para luego vomitarse para que de ese vomito aparezca una nueva energía como si nunca hubiera habido un principio.

 

Nuestra existencia es sólo un estar intemporal porque ella solo existe en nuestra conciencia y cada uno hace de ella como si fuera algo eterno. Pero no hay nada eterno y no hay nada limitado, es sólo un estar conciente bajo interrogantes que están resueltos al final del camino, de ese camino que sólo existió para quien estuvo ahí transitando su propia  existencia.

 

Todo cuanto hemos hecho es de nuestra propiedad, es el enunciado. Pero nada es nuestro y nunca ha sido nuestro. Unos dicen que hay que hacer y otros siguen la dirección del dedo señalador porque se supone que es lo correcto. Otros van en contravía y una multitud simplemente gravita porque no han tomado partido y hacen lo que se supone que todo el mundo hace. Así es la vida de una humanidad que recién aparece sobre la faz de la tierra.

 

No hay nada que negar o renegar, estamos aquí preguntándonos sobre nuestro destino a sabiendas que ya sabemos que no hay un destino.

  

Cuando se es joven se tiene la energía para emprender lo que se nos presente como si una ilusión fuera el faro guía para alcanzar ese objetivo. Las experiencias van llegando y cada una trae algo que traslapa la anterior. La madurez abre puertas que nunca se vieron y cierra otras porque ya se conoce o se cree conocer su interior. No hay ventanas para mirar el interior y poder penetrar a sabiendas de lo que hay. Los temores alargan las distancias y los que estaban al principio ya se han ido. Solo el "yo" esta ahí, en medio de todos, los interrogantes. Nadie tiene la respuesta a las preguntas más simples. ¿Por qué las cosas no salieron como esperaba que salieran? ¿Por qué salieron sin que yo me lo propusiera? Si yo hice todo bien, si toque cada una de las teclas como decía el pentagrama. Nada esta escrito como ley suprema. Cada uno es una existencia que danza al compás de las ondas de su energía vital. Por eso vivimos en una constante lucha para demostrarnos así mismos que existimos. Pero no hay nada allende, no hay un camino verdadero. Sólo hay un presente y unos recuerdos de hechos vividos y una ilusión de alcanzar, quizás una meta, o simplemente poder estar ahí pegadito a lo más íntimo de la vida como si ella fuera a permanecer intemporalmente.

 

 

 

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